El apego

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Autor: Aleksei Venetsianov (1780-1847)

 

Uno de los aspectos cruciales del desarrollo social durante los dos primeros años de vida es el desarrollo afectivo.

El apego y la amistad son los vínculos afectivos básicos, jugando el apego un rol fundamental en estos primeros años de vida.

 

 

 

El apego es un vínculo afectivo que establece el niño con las personas que interactúan de forma privilegiada con él, estando caracterizado por determinadas conductas, representaciones mentales y sentimientos. Conductas que intentan conseguir o mantener la proximidad con la persona a que se está apegado y conductas de interacción privilegiada: llamadas, contacto íntimo, vigilancia y seguimiento perceptivo de las figuras de apego, conductas motoras de aproximación y seguimiento,etc.

El apego supone también la construcción de un modelo mental de la relación con las figuras de apego. Los contenidos más importantes de esa relación son los recuerdos que deja, el concepto que se tiene de la figura de apego y de sí mismo, y , por último, las expectativas sobre la propia relación. Este modelo mental de la relación es construido en base a las experiencias de la relación, interpretadas por el propio niño, y está también influido por lo que los demás le transmiten. Por ello es muy importante que cada progenitor le trasmita una visión positiva del otro y que éstas sean apoyadas en la Escuela Infantil. Este modelo, por otra parte, está en estrecha relación con el desarrollo intelectual del niño, siendo primero más experimental o sensoriomotor, y posteriormente, además, representacional.

El apego es además un conjunto de sentimientos asociados a las personas con las que el niño está vinculado. La adecuada relación con las figuras de apego conlleva sentimientos de seguridad, bienestar y placer, asociados a la proximidad y contacto con ellas, y de ansiedad, cuando tienen lugar separaciones o dificultades para restablecer el contacto.

Este vínculo afectivo se forma a lo largo del primer año de vida:

  • Dos primeros meses de vida. El bebé se comporta como un activo buscador de estímulos sociales, se siente atraído por el rostro, la voz, el tacto y la temperatura de las personas que le rodean; incluso asocia determinadas posturas o estímulos sociales a acontecimientos concretos como el amamantamientos, limpieza, mecimiento, etc…, pero no hay pruebas seguras de que llegue a reconocer a las personas en cuanto tales.
  • Desde el segundo al sexto mes. Discrimina claramente entre unas personas y otras, y acepta mejor las atenciones y cuidados de quienes le cuidan habitualmente. Estas conductas preferenciales, no implican que se rechacen los cuidados ofrecidos por otras personas.
  • Entre los seis y doce meses. Los niños no sólo ponen de manifiesto conductas de preferencia por determinadas personas, sino que ante los desconocidos reaccionan con cautela, recelo, miedo o, incluso claro rechazo. A partir de este período, cuatro grandes sistemas interactúan entre sí y mediatizan las relaciones del niño con el entorno: exploración, apego, afiliación y miedo a extraños. Las figuras de apego sirven de base de seguridad desde la que se explora el entorno físico y social; la afiliación y el miedo a extraños hacen que el niño está interesado en establecer relaciones con los demás, a la vez que se alarma si éstas no tienen lugar en situaciones adecuadas.

En el segundo año de vida el vínculo de apego se consolida, enriqueciéndose sus componentes representacionales por el desarrollo de las capacidades intelectuales. A la vez, el desarrollo de estas capacidades y la adquisición de autonomía motora, facilitan la ampliación del ambiente físico y social con el que interactúa el niño, haciendo también menos necesaria la mediación de las figuras de apego y adquiriendo, de esta forma, mayor autonomía. Dentro del ambiente familiar, el niño inicia la toma de conciencia de las relaciones entre los diferentes miembros del sistema familiar ( la participación del niño en la intimidad de la relación que vive con sus padres y posibles celos ante la llegada de un nuevo hermano).

 

 

Fuente de información:

Jesús palacios, Álvaro Marchesi, César Coll. Desarrollo psicológico y educación, I. Psicología evolutiva, ed. Alianza, p. 107-109

 

 

 

La socialización, procesos mentales.

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La adquisición de conocimientos sociales es uno de los aspectos fundamentales del desarrollo social. Sin conocimiento social, no hay conducta social ni vínculos afectivos.

Algunas adquisiciones de la socialización se dan sólo embrionariamente y otras; como el reconocimiento de las personas, reconocimientos de sí, identidad y rol, son adquiridas en algún grado por los niños antes de los dos años.

Desde el momento del nacimiento, los niños pequeños son capaces de percibir expresiones emocionales de los demás y tener experiencia vicaria (por observación) de ellas. Un ejemplo es la capacidad de los niños de pocos días que se contagian de las expresiones emocionales de los demás a través de la visión (la observación de un rostro triste provoca en ellos una imitación expresiva de tristeza) o de la audición (lloran más cuando oyen lloran), Además, en los primeros días de vida aprenden algunas señales e indicios sociales: por ejemplo, posturas que se repiten y voces familiares, que son reconocidas y seguidas en forma de pautas de conducta.

El reconocimiento de algunas emociones e indicios sociales no significa que los bebés reconozcan ya a las personas en cuanto tales, sino que se trata probablemente, de un mero contagio emocional. El reconocimiento de las personas en cuanto tales no surge hasta el segundo trimestre de vida, hacia los tres o cuatro meses. Así, por ejemplo, los bebés buscan más el contacto con las personas que conocen que con aquellas que les son desconocidas. Discriminan entre las personas pero no rechazan a los desconocidos.

A lo largo del segundo trimestre de vida, antes de los seis meses, los niños reconocen perfectamente a determinadas personas que adquieren un gran significado conductual para ellos.

Durante el segundo semestre del primer año de vida, frecuentemente en el octavo mes, se produce un cambio cualitativo en el conocimiento social de los conocidos y extraños. Los niños no sólo discriminan entre personas que les son familiares y los desconocidos, sino que adoptan una postura de cautela, recelo o miedo ante los desconocidos.

En lo referente al reconocimiento de sí todo indica que parece ser posterior al reconocimiento de las otras personas. Hasta el último trimestre del primer año de vida, los niños no parecen reconocerse. A finales del primer año de vida, muestran cierta habilidad para reconocerse a sí mismos diferenciándose de los demás y, a partir de los 18-24 meses, podemos afirmar con seguridad que los niños reconocen su imagen con claridad y es cuando además comienza a usar los pronombres personales. 

Otro aspecto, «su identidad» (el self), que no es otra cosa que una teoría sobre sí mismo resultado de la experiencia y que no deja de cambiar a lo largo del ciclo vital; es algo más difícil de saber. En las primeras edades, contenidos de la identidad como: la identidad sexual y la identidad de género, no difieren y se adquieren de forma paralela. Será a partir de los tres años cuando los niños usarán el conocimiento de la identidad sexual y de género para definir con claridad sus preferencias y valoraciones. 

 

Fuente de información:

Jesús Palacios, Álvaro Marchesi y César Coll. Desarrollo psicológico y educación, I. Psicología Evolutiva. Ed. Alianza, p. 102-105